Delegados Misioneros de la Ruta Jesuítica
Página informativa de los delegados de Ruta Jesuítica del Departamento de Misiones.
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lunes, 14 de febrero de 2011
DELEGADOS MISIONEROS VISITAN MUSEO DE SANTIAGO MISIONES
En el día de ayer domingo 13 de febrero de 2011 los delegados misioneros visitaron el museo de Santiago misiones continuando con la tarea de capacitación en guiado. La visita que duro 9:00 a 11:00 am sirvio de gran ayuda en la formación acerca de la historia del arte dirigida por el Lic. Carlos Bedoya y su asistente Victor Tijera
Los museos de San Ignacio y Santa Maria fueron los que ya han sido visitados quedando pendiente el museo de Santa Rosa Misiones que sera visitado en el transcurrir de este mes
jueves, 3 de febrero de 2011
Festividades del Departamento de Misiones
Durante el año el Departamento de Misiones desarrolla variadas actividades previstas con antelación de manera a que el visitante pueda ir previéndolas en su agenda.
Villa Florida:
Fiesta fundacional 4,5,6 de enero, el último día coincide se desarrolla un tradicional desfile de caballería.
Canto a Villa Florida, 15 de enero.
Programas de Semana Santa en familia.
Eventos culturales de celebración del nacimiento de Agustín Pío Barrios 5 de mayo.
Concurso Internacional de pesca deportiva con devolución, 17 de octubre
Fiesta Patronal, 8 de diciembre
San Miguel: Festival del “Ovecha Ragüe”, en junio.
San Juan Bautista:
Fiesta fundacional, 26 de enero.
Festival del Batiburrillo, del chorizo,sanjuanino y del siriki, en enero.
Fiesta Patronal, 24 de junio.
Fiesta del vaquero, primer sábado de junio.
Festejos del nacimiento de Agustín Pío Barrios , 5 de mayo
En Santiago: Festival Latinoamericano de la Doma y el Folclore, primeros días de enero, Fiesta de la Tradición Misionera, últimos días de enero.
Santa Rosa: Fiesta Patronal
Santa María: Fiesta Patronal
Viernes Santo peregrinación a la gruta del Cerro Santa María
San Ignacio Guazu: Fiesta Patronal 31 de julio, Concierto San Ignacio Gloria 29 de diciembre, Festividad de Semana Santa en Tañarandy, Viernes Santo.
miércoles, 2 de febrero de 2011
Recorrido por el Museo de Santa María de Fe
Santa María de Fe
Santa María fue fundada en el año 1647 en la región de los Itatines en las cercanía lal Río Apa y se instala definitivamente en el año 1669, situada en un lugar paradisíaco desde donde se divisan unas serranías. Lo cual debe llevar a entender al que hace la ruta que este pueblo estuvo ubicado en su origen a miles de kilómetros de su lugar de nacimiento. El distrito de Santa María de Fé está asentado actualmente en la región Oriental del Paraguay. Ubicada a 253 km al sur de Asunción, se llega a Santa María de Fé, por un desvío de la Ruta I “Mcal. Francisco Solano López”, entre los distritos de San Ignacio y Santa Rosa.
En la misma convivieron jesuitas tan ilustres como el príncipe Anton Von Sepp, sacerdote especialista en música y escritor o el hermano pintor francés Luis Verger (Berger según otros).
El pueblo se centraba hasta hoy en el casco histórico donde se puede apreciar perfectamente la distribución arquitectónica de la Reducción, la iglesia que encabeza el conjunto al extremo de la plaza, donde aún puede apreciarse resguardada la cruz fundacional, como mirando dese la altura el desarrollo de la comunidad.
El museo
El edificio del museo se encuentra en una antigua casa de indios, edificio restaurado por la Missionsprokur de Nürmberg Alemania, se encuentra en un extremo de la plaza, llama la atención que hoy se van construyendo cada vez más casas que siguen el mismo estilo no solo en cuanto a la forma sino también a los materiales usados, que es el adobe.
Lo que diferencia a Santa María de Fe de las demás Reducciones es que esta mantiene el ambiente, y el entorno de una ciudad jesuítica, tal vez más que cualquiera de las demás.
El Museo
El Museo Diocesano de Santa María de Fe está construido en una antigua casa de indios, que conserva todo el encanto y el esplendor de época. Su distribución museística como los demás museos no corresponde a periodos históricos o estéticos, sino a un concepto teológico.
Dividido en salas que reciben las siguientes denominaciones, Sala de los Vestigios, Sala de los Jesuítas, Sala de los Santos Mártires, Sala de los Arcángeles, Sala del Nacimiento y una sala que no tiene comunicación directa como las anteriores denominada Sala de la Pasión.
Sala 1 - Sala de los Vestigios
Esta sala se parece a una introducción de una pieza musical, nos da la idea de la gran obra que vamos a apreciar, uno de los mejores museos de la Ruta, en el mismo podemos admirar pequeñas temáticas de un gusto refinado facturados en piedra y madera.
Siguiendo el sentido contrario de las agujas de un reloj se encuentra los restos de una fuente de agua en piedra, finamente tallada, lo que nos da la idea del grado de desarrollo de manufactura que se desarrolló en esta Reducción.
Al lado del mismo se encuentra un armario de madera de proporciones medinas cuya puerta está tallada con motivos fitomórficos. Sobre el mismo se encuentra una pequeña talla de San Francisco Javier portando una cruz, la talla es de una belleza sencilla pero no por eso menos impresionante, San Javier, ad diferencia del que se halla en San Ignacio Guazu de estilo eminentemente barroco, es de trazos calmos y de una policromía monótona pero armónica. Es significativa la presencia de San Francisco por ser el un gran propulsor de la evangelización de tierras lejanas.
En este punto el que hace la ruta se encuentra con una de las muchas columnas que conforman la colección, todas ellas sin el capitel, de manera a que se las podría describir de una sola vez al corresponder estas a un solo modelo.
Debe entenderse que una columna básicamente tiene tres elementos: capitel, fuste o cuerpo de la misma y base. Las columnas a las que se hacen referencia son de tamaño solo un poco superior al humano, de manera que probablemente adornaban el retablo del altar mayor.
Son columnas de fuste estriado y con un gran basamen adornado con detalles fitomórficos terminados en dos discos (skotía y toro como lo llamarían los griegos), al parecer sus capiteles, que ya no se encuentran en su lugar pero están depositados en la misma sala correspondían a un estilo pseudo corintio, de una talla realizada con gran preciosismo, sin policromar.
A continuación se encuentra un nicho muy particular, el mismo no corresponde al San Roque que lo ocupa, en su parte exterior está adornada con dos monogramas, a la derecha tiene el habitual monograma de Cristo con la IHS con la diferencia que en vez de los tres clavos que se suele colocar en la parte inferior este posee un corazón, en su lado izquierdo el otro monograma da la falsa idea de representar tras letras en griego pero realmente es un muy ingenioso juego pues en esta está representada en latín la palabra Josef.
El interior del nicho se halla pintada la escena de la crucifixión con Cristo en el medio rodeado por los dos ladrones, en un estilo que podríamos describirlo de naif. El nicho está ocupado por una estatua de San Roque, el de origen francés, al cual lo acompaña la imagen de un perro como es habitual.
Sobre las citadas columnas se encuentran las imágenes de dos angelitos, realmente dos niños sin alas, de una muy fina factura y perfectamente policromados, que ocupan el lugar donde deberían estar colocados los capiteles, que se encuentran en la misma sala, finamente tallados, sin policromar y que están inspirados en el estilo corintio, una pieza igual puede verse en el museo de Santísima Trinidad del Paraná.
En la misma sala se encuentra una antigua cruz de hierro muy rara de encontrar en los museos, ya que a más de las campanas los elementos de metal escasean en los museos paraguayos.
Dos pequeñas pilas de piedra de color verduzco al igual que la fuente ya citada que se encuentran en la misma sala, que a juzgar por su tamaño no se usaban para bautizar, sino de esos que se coloca a la entrada del templo para santiguarse forman parte de los vestigios de esta sala.
Completan la colección los restos de un ambón, comúnmente llamado atril, que serviría para la colocación de los libros sagrados durante el culto y una puerta de medianas proporciones que en cada tablero, está adornada con tallados parecidos a piñas, un motivo recurrente en el aula del museo de San Ignacio Guazu. Y por último los restos de la balaustrada del altar del templo, la divisoria entre los fieles y el lugar sagrado.
Sala 2 - Sala de los Jesuitas.
Llamada de los Jesuítas esta sala alberga además otras figuras, se observa la imagen de la Inmaculada Concepción con la mano izquierda señalando el pecho y la derecha extendida al frente, sobre la misma pende lo que parece fue el frontis de un altar lateral en forma triangular en el medio del cual campea el monograma de Jesús , el IHS bajo el cual se encuentra un corazón con tres clavos y rodeados por dos ángeles arrodillados en actitud de oración.
Le sigue una estatua de San Estanislao de Kotska, muy particular al ser representado con tez morena este joven santo polaco, y hasta se podría decir que su rostro presenta rasgos indígenas a no ser por su fina nariz, llama la atención el rostro serio del niño que porta en sus brazos.
Al lado del mismo otro San Estanislao de llama la atención por su fino y académico tallado, como otras piezas de las mismas características de la misma sala, hacen pensar que se tratan de modelos de los cuales se realizaron copias a distintas escalas, pues en este caso varias estatuas inclusive la del museo de San Ignacio Guazú llevan el mismo modelo de drapeado, pose, colores y composición.
Sigue en la colección una imagen de San Francisco Javier con el drapeado rígido y la estola rígida, con el resto de una cruz en la mano, esta imagen con sotana negra y roquete blanco.
Sigue una imagen de San Ignacio, con su clásica representación misionera de sotana negra, sus tallado también presenta rigidez en su drapeado, sin embargo no por ello deja de elegante, esta pieza tiene un aro de hierro clavado en la espalda, uno de esos aros que usualmente se encuentran clavados en la paredes de las casas de indios y que servían para colgar hamacas. Se denotan restos de algún objeto en la mano derecha y la mano izquierda posa en un escorzo que indica que en algún tiempo allí estuvo colocado un libro.
En la misma temática de los grandes padres fundadores de la Compañía de Jesús se encuentra la representación de San Francisco de Borja, se lo reconoce rápidamente por su iconografía, su mano derecha hacha hace el ademán de sostener una custodia ya inexistente, en su brazo izquierdo luce un manípulo, del cual en la imagen existente en al museo de San Ignacio Guazu solo resta un vestigio. Luce un alba blanca y una casulla barroca pintada con motivos zoomórficos. Su drapeado sigue siendo rígido como las demás grandes obras de esta sala lo que marca todo un lenguaje en la misma.
Dos imágenes de San Luis Gonzaga siguen en la colección uno pequeño de trazos suaves, probablemente perteneciente al conjunto de las estatuas que servían como modelo, al lado del mismo se encuentra una de proporciones mayores, al parecer de la misma manos de los copistas de las obras de gran porte, este también tiene el rostro particular generalmente atribuido a la influencia de la estética guaraní pero sigue conservando una nariz fina como las demás piezas atribuidas a manos guaraníes.
Completa la sala una Virgen María de rostro entre desafiante y sorprendido ya que su torso se encuentra retraído hacia atrás lo que le da una especial presentación, al parecer la imagen portaba un objeto en la mano derecha lo que lleva a pensar que podría ser un candil y por tanto tratarse de la virgen de la candelaria, su factura es fina y suave en comparación a otras piezas que se encuentran en la misma sala.
Sala 3 -
Encabeza esta sala una monumental estatua de tamaño próximo al natural de San Pedro, con todos los atributos de la función papal, la tiara, dos llaves en la mano derecha, una cruz patriarcal en la izquierda y una capa pluvial cerrada en el pecho en una flor finamente tallada. La factura de esta pieza no tiene nada que envidiar a las europeas de su tipo, de gran realismo y expresividad.
En la misma sala se encuentra una imagen nominada sencillamente como “santo”, sin barba con hábito y capa dorado a la hoja, al parecer pertenecía a un conjunto del cual fue sustraído y de allí su iconografía no es suficiente para identificarla fehacientemente.
También es probable que haya pertenecido a un conjunto la virgen del rosario que sigue a continuación, de proporciones medianas presenta una característica recurrente en piezas de este museo la cual es una ligera curvatura hacia atrás como mirando hacia arriba. Lleva un rosario alrededor de ambos brazos como uniéndolos y las manos unidas en actitud orante, con hábito blanco y un velo de color azul. Su mirada se dirige de reojo a la derecha y hacia arriba lo cual resalta la idea de haber compuesto un conjunto escultórico que narraba una escena.
Pasando a piezas con otro nivel de tratamiento se encuentra una bellísima imagen de Santa Bárbara conocida localmente como patrona de los rayos y los truenos, porta algunos de sus atributos tradicionales como el castillo con tres ventanas, la palma del martirio y el cáliz en la mano derecha, la cual sostiene en un paño.Luce los pies descalzos, y una vincha en la cabeza con una tira que flamea sobre su hombro derecho.
Una presencia muy especial tiene la imagen de San Sebastián, tanto por su gran porte como por la altura donde está colocado como dominando la sala. A diferencia de la cásica imagen de este santo que generalmente se lo representa apenas vestido, asaetado con flechas y atado con las manos atrás a un árbol, este luce vestimenta de soldado, calzado con coturnos que evidencian que algún día los dedos de sus pies estuvieron descubiertos pero fueron pintados como si luciera una bota.
Las flechas que tradicionalmente traspasan su cuerpo , en esta ocasión están sostenidas en su mano derecha, tres en total, mientras que la izquierda se posa sobre sus caderas, luce un casco de guerrero adornado con tres plumas, bajo el cual luce una larga cabellera y el conjunto se completa con una capa que ondea a su lado derecho y presenta la particularidad de esar adornada con rayos y no con volutas como es habitual.
A su lado se encuentra una imagen que está identificada como Santa Cecilia, sin embargo no presenta rasgos de la iconografía de ella, mas bien parece otra versión de la Santa Bárbara, aún en ausencia del castillo que caracteriza a al última la imagen hace el gesto de sostenerla. Mira fijamente el cáliz que sostiene y porta una vincha de características semejantes al de Santa Bárbara.
También está en esta sala una virgen sin identificación precisa, pero con una muy característica distribución de sus cabellos en su espalda que recuerda los peinados que lucían las mujeres guaraníes que aún habitaban en las Reducciones a principio de siglo en algunas antiguas Reducciones de Bolivia, sostiene algo no identificado en la mano derecha y la izquierda la mantiene extendida.
Sala 4
Inicia la sala un ángel sin policromar o con un policromado ya muy gastado, solo identificable como ángel por las hendiduras que posee en la espalda donde alguna vez debieron estar incrustadas dos alas, parece pertenecer al primer periodo reduccional pues no presenta los vuelos y el dinamismo de las figuras del barroco pleno. Sus cabellos caen sobre sus hombros y sobre sus espaldas, sus trazos son sencillos pero tiene la presencia y estética propia de las obras del lugar.
La obra siguiente es una Virgen orante de estructura casi cilíndrica, no presenta rastros de la ubicación de la rodilla bajo el manto policromada, con un dorado y estampado preciosamente realizado, sobresalen bajos sus vestimentas dos zapatos, cubierta por un velo del cual sobresalen sus manos que se unen en actitud orante mientras sus ojos se elevan hacia lo alto, se trata de una obra que conjuga belleza, maestría y sencillez. Los adornos que recubren su manto son una verdadera obra de una mano experimentada.
Otra Virgen acompaña con un precioso dorado a la hoja, en este caso el tallador si ubicó la rodilla para dar la sensación de movimiento , de rostro adusto y hierático, nos hace pensar en la representación mental de los guaraníes misioneros sobre la madre de Dios.
Un gran nicho se encuentra también en esta sala, por sus características este tampoco pertenecía al santo que lo ocupa, se trata de un San José sosteniendo al niño Jesús, mientras el nicho, de grandes proporciones, está adornado por una venera y la paloma que representa al Espíritu Santo, la imagen de San José que porta un niño en su brazos, presenta una torsión excesiva, como resaltando el movimiento, al pie del mismo existe un soporte donde iba encastrado la imagen de un pequeño niño, tal vez Juan el Bautista que hoy ocupa el lugar central del gran pesebre de la sala siguiente.
En la esquina de la presente sala se encuentra una imagen de vestir que solo lleva tallada manos y rostro, coronada con una corona de plata, probablemente usada para procesiones, aún con muy pocos atributos es fácilmente identificada como la Virgen María.
En este punto se llega a dos imágenes que son realmente joyas de este museo, se tratan de dos representaciones de San Miguel Arcángel atribuidas al hermano José Brassanelli , jesuita italiano que ha dejado una innegable impronta en las Reducciones.
El primer Arcángel Miguel, atribuido a Brassanelli, siempre manteniendo el rostro calmo de los arcángeles, su ropaje presenta un dinamismo fantástico , luce un casco, blande una espada flamígera, y está posado sobre un diablo humanoide de color negro y orejas puntiagudas, con garras en la manos , codos y tobillo que presenta una actitud mezcla de dureza y horror.
Al lado del mismo un San Miguel Arcángel al parecer de la misma mano con el mismo dinamismo en el ropaje, esta parado sobre un diablo en este caso representado por una gran serpiente. No posee casco sino una gran cabellera rizada de grandes proporciones, su espada es recta, al igual al anterior hace el ademan de sostener un escudo.
Las dos últimas obra citadas son emblemáticas de este mueso por su singular belleza, su estado de conservación y la finura de sus trazos.
Sala 5-Sala del Pesebre
En esta sala, la última que se encuentra directamente conectada con las demás, en la misma se encuentra un magnífico conjunto de un pesebre, al parecer no todas las piezas fueron confeccionadas para la misma sino que fueron completándose por el organizador del museo.
Encabeza el conjunto una virgen sentada en un trono, que más responde a la iconografía de una Anunciación, posada sobre una peana. A sus pies se encuentra la imagen de un niño que representaría al niño Jesús, pero que corresponde al nicho de la sala anterior donde se encuentra San José con un niño en brazos, al parecer esta imagen correspondería a la de San Juan Bautista niño y que luego fue sacada de su lugar original y adaptada a la función del nió Jesús del pesebre.
A su derecha se encuentran de pie dos reyes magos, uno de ellos evidencia ser Baltazar, así como una imagen que podría ser San José arrodillado. A su izquierda se encuentra de pie una imagen que podría ser un rey mago tocado con una especie de gorro frigio, por su semejanza en estatura y composición podría ser el tercer rey pero en este caso luce un báculo lo que hace pensar que se trata más bien de un pastor y otra escultura de ropaje más sencillo que sí lleva una oveja a sus pies.
Completan el conjunto animales como una oveja con la cabeza vuelta hacia arriba, un ave parecida a un pavo real con la cola recogida, un tapir , una cabra y dos personajes de tamaño inferior a las demás y factura diferente: un pastor arrodillado tras cuya cabeza cae un sombrero que mirándolo de frente parecería una aureola y un pastor portando una ovejita en el brazo izquierdo con un movimiento como si caminara pero con el pie apoyado en el piso con una posición irreal, ya que apoya el pie en un ángulo que hace que sean la parte exterior de sus dedos los que logran el punto de apoyo.
En la misma sala se encuentra una imagen de la Virgen de la Concepción, de fina talla y un impecable manto adornado con estrellas rodeada de rayos, dorado a la hoja. Llama la atención que la misma no solo posa sus pies sobre una serpiente, sino también sobre un esqueleto del cual puede identificarse claramente las costillas.
Dos imágenes que si forman un conjunto de gran tamaño completan la sala se trata de Santa Ana y San Joaquín, padres de la Virgen María, de ambos llama la atención sus narices aguileñas, atribuidas generalmente a resaltar sus orígenes judíos, San Joaquín luce una especie de pectoral y una diadema que lleva tallados en madera policromada lo que parecen ser piedras preciosas, en su mano izquierda sostiene un libro abierto, con unas líneas que insinúan una escritura pero que solo se resumen a garabatos. Su barba esta tallada en definidos mechones con bucles de trabajado tratamiento.
Sala 6 Sala de la Pasión
Esta sala nos está unida al resto del conjunto arquitectónico por una puerta como la demás, sino constituye una amplia sala con un acceso hacia el frente del edificio.
EN la entrada se encuentra una imagen de vestir nombrado como Nuestro Señor de las Palmas, Jesús rumbo a los episodios de la pasión montado en un burrico.
Una columna sin capitel, como las descriptas en la Sala de los Vestigios, pero a diferencia de los otros esta presenta rasgos de haber sido intervenida posteriormente con algún tipo de pintura o lustre.
En la misma sala se encuentra un gran armario, que podría haber sido usado para guardar ornamentos y ropas sacerdotales o haber pertenecido a la sacristía, sus puertas presentan tableros tallados con motivos fitomórficos.
Un lugar muy especial lo ocupa un cristo arrodillado con los brazos abiertos, que recuerda la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní, de gran sencillez, pero de absoluta elegancia y maestría.
Una imagen identificada como San Pedro con la misma característica de curvatura hacia atrás en la estructura, parece pertenecer al conjunto de la virgen del rosario, posee detalles particulares al observarse su dentadura tallada y sus cabellos terminados en bucles, 5 lágrimas surgen en cada ojo, restos de algún objeto que portaba en la mano izquierda aún pueden observarse (¿Una llave?) y el índice de la mano izquierda apunta hacia arriba.
A partir de aquí se ubica una colección de los denominados Cristos de la Columna, son figuras laceradas y solo cubiertas por un paño, exhibiendo el resto del cuerpo desnudo, el primero de los mismos es de tamaño casi natural, con las manos como atadas a una columna ya inexistente, sus cabellos ondulados flotan entrelazándose con gran maestría.
Le sigue un Cristo de la Columna de menores dimensiones, éste si posee una columna sobre la cual cruza la mano izquierda sobre la derecha, presenta el cuerpo lacerado .
El tercer Cristo de esta colección es similar a los demás pero su tallado presenta un gran realismo en cuanto a la musculatura y la representación de las venas que sobresalen en su cuerpo en especial las costillas, presenta ciertas características que la podrían identificar con el primero de la colección.
Entre las imágenes de vestir que posee este museo se encuentra en esta sala una imagen identificada como San Juan, pero que no presente características particulares y una Virgen Dolorosa que en el pecho lleva un corazón traspasado por seis espadas de madera.
En la pared pende un crucifijo de fina factura sobre la cual se encuentra la tradicional inscripción INRI (IESVS NAZARENVS REX IVDAEORVM) pero con la particularidad de tener la N al revés.
Acorde al nombre de la sala en la misma se encuentra un Cristo yacente articulado con cuero en cabeza y brazos, con el cuerpo lacerado pero con el rostro en expresión beatífica. Traspasado por clavos de forja de grandes dimensiones en manos y pies, también presenta una gran hendidura en el costado donde Jesús recibió el lanzazo durante la crucifixión.
Completa la colección de estatuaria un sarcófago tallado en madera policromada en vivos colores dentro del cual yace un Cristo de madera sin brazos. Sobre el mismo pende una representación conocida popularmente como los ángeles llorones, rostros sin alas que en cierta forma recuerdan a las máscaras que simbolizaban la tragedia en Grecia y que se encuentran unidos por un paño que sostienen con la boca.
domingo, 23 de enero de 2011
DELEGADOS MISIONEROS VISITAN MUSEO DE SANTA MARÍA MISIONES
Los delegados de la Ruta Jesuitica del departamento de Misiones han visitado en la fecha de hoy el museo de la ciudad de Santa Maria Misiones continuando con la tarea de capacitacion en guiado que han empezado la semana anterior con la visita al museo de San Ignacio Misones bajo la tutela del Lic Carlos Bedoya y el acompañamiento del Sr. Isabelino Martinez
La visita tuvo una duracion de 3 horas en la cual los delegados recorrieron el museo en su totalidad observando y tomando nota de todos los apectos historicos artisticos y culturales que ofrece el museo
La próxima visita esta programada para el domingo 30 del corriente mes en la cual se visitara el museo de la ciudad de Santiago misiones
La visita tuvo una duracion de 3 horas en la cual los delegados recorrieron el museo en su totalidad observando y tomando nota de todos los apectos historicos artisticos y culturales que ofrece el museo
La próxima visita esta programada para el domingo 30 del corriente mes en la cual se visitara el museo de la ciudad de Santiago misiones
viernes, 21 de enero de 2011
San Ignacio Guazu
Hacer la Ruta Jesuítica es una experiencia única tanto por su contenido como por las emociones y sentimientos que acuden a aquel que esté dispuesto a emprenderla, partiendo desde los museos misioneros, donde se conserva la más gloriosa colección de estatuaria las Reducciones Jesuíticas de Sudamérica, hasta las imponentes Ruinas de Jesús de Tavarangue, o San Cosme y San Damián, el visitante puede recorrer 160 años de historia y a su vez ver la evolución del arte y la arquitectura en más de siglo y medio.
El curso normal de hacer la Ruta es iniciarla por San Ignacio Guazu, la primera fundación que por ello recibe el título de “prima inter paris” , la primera entre sus pares. Sin embargo aquel que se aventure a hacer la ruta en este sentido, debe ser consciente que al cruzar el puente sobre el río Tebicuary en la ciudad de Villa Florida ha ingresado, más que al departamento de Misiones, al territorio histórico de las Misiones, un territorio cuyo otro extremo se encuentra en la actual República del Uruguay y en este mapa mental se debe considerar al río Paraná como un río interno de las Misiones.
En este territorio visto como un conjunto, sin embargo las Reducciones paraguayas atesoran las muestras más significativas del arte y la cultura de esta civilización, a la que no puede etiquetarse ni de europea, ni de nativa, sino una civilización de diseño. Grandes pensadores intentaron idear ciudades ideales desde Platón a Tomás Moro, pero nadie como la Compañía de Jesús tuvo la oportunidad de materializar ese antiguo sueño de la humanidad.
El que esté dispuesto a hacer la ruta, debe despojarse de todo prejuicio, más bien prepararse para un viaje iniciático de lo que el alma humana llevada por un ideal puede llegar a construir tanto material como espiritualmente.
Para iniciar la ruta se necesita actitud, capacidad de abstraerse a los vestigios modernos que la posterioridad fue sumando y centrarse en lo que estas Reducciones fueron en su conjunto.
Así como cuando el entendido tropieza con un capitel dórico o jónico, puede deducir las medidas del resto del edificio destruido, aun cuando no lo sea con tanta exactitud, el viajero de ojo atento puede con el recorrer de las ocho Reducciones, ir reconstruyendo mentalmente la vida de estos pueblos cuatro siglos atrás.
Signos, símbolos y señales tapizan la Ruta, muchas veces desapercibidos u olvidados, pero siempre atentos como enigmas que piden ser descifrados, pocos piensan al pasear por sus plazas que en esos sitios se desarrollaron grandes procesiones, desfiles militares, conciertos, ópera. Que desde esos puntos partieron grandes ejércitos a la guerra, o que algunos de los pueblos que hoy sencillamente están allí como en la modorra de una siesta, realmente fueron fundados a miles de kilómetros de su ubicación actual.
Hacer la Ruta Jesuítica es una aventura o mejor dicho una intraaventura seductora y extraordinaria. Si a esto le sumamos las orquestas que ejecutan música de la época, los artesanos que aún siguen ejerciendo sus oficios y el escuchar a cada paso a los habitantes de la región hablando con tanta naturalidad la misma lengua de los nativos: el guaraní, la experiencia puede marcar la vida de quien se atreva a aventurarse en este viaje al pasado.
Haciendo el camino
Aún cuando la entrada al territorio histórico se lo encuentre al cruzar el río Tebicuary en la ciudad de Villa Florida, el encuentro con los primeros vestigios de patrimonio se lo encuentra en la ciudad de San Ignacio Guazú, es a partir de este punto que se empieza a experimentar la vivencia de los museos, ruinas y monumentos históricos.
A partir de este punto se iniciará la descripción de estos en el orden que experimenta el que hace la ruta:
San Ignacio Guazu
Al llegar a la ciudad de San Ignacio, su casco histórico nos da la falsa idea de distribución urbanística. Al observar el templo construido en la mitad de la plaza, al estilo de los franciscanos, se debe tener en cuenta que se trata de una construcción moderna, este espacio realmente correspondía al de la plaza mayor, por lo tanto se trataba de un espacio vacío limitado al este por el templo original y rodeado por los complejos habitacionales denominados tradicionalmente “casa de indios”.
Para quien haga la Ruta el tamaño de esta plaza es de importante observación, por sus pequeñas dimensiones, es la primera con la que el visitante entabla contacto y aún responde a los cánones renacentistas de las plazas como lugar de encuentro, una plaza de dimensiones más humanas, más reducidas, construida para relacionarse, para conversar, no como al final del viaje se podrá observar en las imponentes plazas barrocas de Jesús de Tavarangue o la de Trinidad donde ya la nueva concepción del espacio y por lo tanto de la plaza cumple una función distinta. Estas últimas son tan grandes, que por su tamaño, hoy mismo, un grupo grande de turistas no puede encontrarse fácilmente. Esto es así porque estas plazas corresponderán ya a un sitio como lugar de demostración de poder del soberano ya sean estos el rey o el mismo Dios, en último caso del la Reducción misma.
El aspecto del museo de San Ignacio es austero, pertenece a la primera etapa de la arquitectura de adobe, que aunque el primero en su tipo ya había evolucionado de los primeros templos de madera con techo de paja, se lo considera el edificio más antiguo del país que se encuentra en uso.
La distribución museística del mismo no corresponde a estilos ni épocas, mas bien responde a un concepto teológico, dividido en cuatro salas: la Sala de la Creación, La Sala del Misterio Pascual, Las Sala de la Iglesia y la Sala de la Compañía de Jesús, sin olvidar la preciosa Capilla del Niño Jesús Alcalde, además de dos salas que generalmente no están habilitadas al público donde funcionan un aula y las oficinas del Museo, sin que por ello dejen de albergar piezas dignas de formar parte de las colecciones expuestas.
La Reducción
La Reducción de San Ignacio Guazu se fundó a finales del año 1609 por los padres Marciel de Lorenzana y Francisco de San Martín juntamente con nueve caciques entre los que se destaca Arapysandu cuyo nombre significa el que escucha las voces del universo, en un Lugar llamado Itaqui (Itaky), de allí prontamente se mudó a una aldea guaraní denominada por los padres Yaguarakanigtá (probablemente jagua akã pytã o cabeza de la fiera colorada, evidente origen totémico del nombre), desde este punto sufrío una nueva mudanza al emplazamiento de la Capilla del Santo Ángel y finalmente a su lugar actual.
Ubicación urbanística del Museo Diocesano de San Ignacio Guazú
El edificio del museo formaba parte del claustro del la Reducción, funcionaba como colegio, no en el sentido de escuela sino de collegium, en el patio del claustro aún se conserva un reloj solar en funcionamiento, y al final del mismo se elevaba el templo, ya derrumbado pero del cual no se puede dejar de recordar que su cielo raso constaba de 1400 cuadros pintados de los cuales se conservan hoy solo pocas muestras en el aula, cuatro en total, pero la muestra más famosa es la de un ángel guitarrista, hoy en una colección privada argentina.
En el centro de la Reducción y como es característica de las fundaciones jesuíticas se encontraba la plaza mayor, rodeada por las casas de indios de las cuales aún se conservan varias, en las que funcionan entidades como la Casa de la Cultura, el Archivos de las Víctimas de Stronismo o la Biblioteca Municipal.
Al extremo Este se erigía el templo, adherido al claustro y en el mismo el colegio que es el edificio donde se aloja el actual Museo Diocesano. El templo fue destruido en el año 1921 aduciendo motivos de inseguridad.
La colección
Ya se ha mencionado que la colección del museo no responde a criterios estéticos, cronológicos o estilísticos, mas bien el hilo conductor del argumento es teológico por lo que se encuentra distribuido en el siguiente orden:
La Sala 1 o de La Creación
Al ingresar a la Sala de la Creación el visitante puede tener una idea de la magnitud y la calidad de las obras que encierran los museos de la Ruta Jesuítica, al principio llama la atención el techo de tacuaras prolijamente colocadas, sin embargo luego de una atenta observación se podrá ver que al igual que en todo el resto de las dependencias del edificio existen marcas en las paredes y muescas en las vigas (soleros)que testifican que el colegio contaba con un cielo raso probablemente pintado como aún se conservan restos en el colegio de la Reducción de San Cosme y San Damián.
A la presente sala se la denomina de La Creación porque a más del monograma de la Compañía de Jesús, un púlpito y un detalle del altar mayor, la sala alberga representaciones de seres angélicos.
En lo más alto de la sala puede observarse el monograma de Cristo, tallado en madera policromada, un símbolo anterior a la Compañía de Jesús pero que quedaría identificada definitivamente con la misma, se tratan de tres letras griegas: la Iota, la eta, semejante a la letra hache latina y la sigma usada al final que es igual a la letra S latina, son las tres primeras letras del nombre de Jesús en griego, posee el efectismo barroco de dar la impresión de estar escritas en letras latinas , este monograma está rodeado de un sol y bajo las letras se encuentran tres clavos que recuerdan la crucifixión.
Impresiona por su tamaño el conjunto escultórico del Arcángel Rafael, acompañado del joven Tobías, se trata de una escena del antiguo testamento. El nombre proviene del hebreo רפאל: Rafa-El, que significa ‘el Dios El ha sanado’. Al conjunto escultórico le falta la imagen de un pez que se encontraba al pie de mencionado arcángel. La pieza presenta como características propias del barroco un marcado dramatismo, un drapeado con un movimiento envolvente y gran teatralidad.
En la misma sala se encuentra una escultura del Arcángel Miguel, en tamaño menor. Aún cuando sea reiterativo es necesario advertir nuevamente que el concepto de distribución de las salas es teológico y no estilístico, por ello esta escultura que se se encuentra en la misma sala que la anteriormente citada , tiene características anteriores al barroco propiamente dicho.
Esta obra es particularmente importante porque será el primero de las decenas de interpretaciones de este arcángel que se podrá ver en la Ruta.
Para el ojo avezado sería importante comenzar a tomar nota de la evolución de su iconografía a lo largo del tiempo en las Reducciones.
Miguel es probablemente la representación más popular en la región de las Misiones (en hebreo: מיכאל Mija-El, "¿Quién como Dios?" en árabe: ميخائيل Mījā'īl; en griego: Μιχαήλ Mijaíl; en latín: Michael); es el Jefe de los Ejércitos de Dios en las religiones judía, islámica y cristiana.
Se debe destacar que en esta representación la figura que ocupa el lugar del diablo es una mezcla de figura antropozoomórfica, mitad humana, mitad pez. La mitad humana presenta caracteres femeninos, vientre abultado y senos. Algunos autores suelen asociar este hecho, a una supuesta visión femenina del demonio en el mundo guaraní, en este punto se debe tener que la concepción del demonio para este pueblo no necesariamente debía corresponder a la cristiana.
Las paredes de la Sala se encuentran cubiertas por pequeñas tallas de querubines y cabezas de niños, la poca dimensión de las mismas puede ser engañosa puesto que en el orden de jerarquía de los seres angélicos estos entes son más elevados que los arcángeles, por eso mismo necesitan menos materia para ser representados.
Dos piezas más marcan su presencia en esta sala, un detalle del retablo del altar mayor con dibujos fitomórficos y un enorme púlpito , este último de gran finura pero que por los rastros que presenta, pese a estar policromado nunca fue totalmente tallado, ya que presenta áreas lizas que evidencian su falta de terminación.
La Sala 2 o Del Misterio Pascual
Al trasladarse a la Sala 2, el que hace la ruta puede experimentar la sensación de ser trasladado a otra época que produce el grosor de las paredes de adobe, la misma en algunos lugares puede llegar a exceder un metro de ancho. Esta sala recibe el nombre de Sala del Misterio Pascual. En ella se encuentran representaciones propias de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Ingresando a la misma y en el sentido del movimiento de las agujas de un reloj, se observa un sagrario de mediano tamaño con la puerta dorada a la hoja y profusamente tallada con ese estilo recargado tan propio de la época, que entre sus muchos detalles se destaca el monograma de Cristo formado por querubines en distintas posiciones, sobre la que se eleva una pequeña imagen del niño Jesús Alcalde, que pasa casi desapercibida entre la cantidad de detalles que lo adornan,
Sobre el mismo se encuentra colocada nuevamente la imagen del Arcángel Miguel, este uno de los más pequeños de los que obran en los museos, el mismo se caracteriza por la inocencia y la dulzura de la factura, con casco como pieza separada y una banda de tela engomada , la que en el del San Miguel de la primera sala es de madera. La talla, a la cual le falta el brazo izquierdo, aún no presenta los ostentosos drapeados del barroco y tampoco conserva al demonio bajo sus pies.
En la pared contigua se observa una doble estructura construida con lo que debieron ser detalles de altares, columnas que imitan capiteles corintios dorados a la hoja, en la parte superior se vuelve a encontrar un Arcángel Miguel, siempre sin las características propias del barroco, tal vez la falta del dramatismo exagerado de este estilo mas que nada inspira paz. Levanta el brazo derecho como blandiendo una espada y el izquierdo en posición de sostener un escudo, ya inexistente. En la misma estructura y bajo el mencionado arcángel se encuentra una talla de un Cristo flagelado, cubierto de laceraciones, podría pertenecer a la tipología de los llamados Cristos de la Columna, como en los demás Cristos lacerados de las Reducciones es llamativa la paz que trasmite el rostro a diferencia de los rictus de dolor que suelen presentar este tipo de imágenes en tallas otras regiones.
Continuando en la misma dirección se encuentra una talla de un Cristo que a primera vista parece en una extraña posición, pero en un instante el visitante descubre que es un Cristo con la cruz a cuestas pero al que le falta la misma, manteniendo un rostro en una total calma, pese al esfuerzo que realiza.
Al otro lado de la puerta que divide la presente sala de la próxima, montado sobre uno de los restos de una de las antiguas columnas del templo de las que hay varias en el museo y que aún conservan su imitación de capitel dórico sin policromar, se eleva un Cristo Resucitado, de talla sencilla pero expresiva, que originalmente se encontraba en el centro mismo de la sala pero que fue trasladada a un lugar más seguro, pues eventuales avalanchas de visitantes estuvieron a punto de hacerle perder el equilibrio y fue colocado finalmente en una esquina de la sala en la que parece observar desde lo alto a la una imagen de la virgen María que se destaca por su candidez en trazos y policromía sencilla y calma. Evoca en su conjunto la escena del encuentro del Cristo resucitado con su madre, quien la recibe con los brazos abiertos.
La pared lateral está ocupada por dos obras de dispar factura, un Cristo crucificado de fina talla y trazos académicos, a su derecha un pequeño ángel de factura más popular que no guarda cánones académicos, evidentemente de otro autor, el mismo sostiene una copa en las manos, por la posición que ocupa parece estar recogiendo la sangre que brota del costado de Cristo, lo que casi lo convertiría en un portador del grial.
Al pie de los mismos, que penden de la pared, se encuentra un sillón tallado en madera y con el asiento y el respaldo de cuero con los posa brazos tallado con querubines, que bien pudo pertenecer al templo o al cabildo.
Sigue en la colección de la sala la ya nombrada imagen de la virgen María, con los brazos abiertos vestida de blanco que recuerda las imágenes utilizadas para las procesiones que en pascua se realizan y se denominan popularmente Tupãsy Ñuguaĩtĩ, o el encuentro con la Virgen.
La última de las piezas de la sala se encuentra en su mismo centro, un Cristo yacente con los pies perforados por los clavos, una de las pocas obras de los museos que no se encuentran ahuecadas, es decir que fue hecha de madera maciza aunque como todas de piezas ensambladas. Se debe recordar que era práctica común ahuecar los bloques de madera que se convertirían en estatuas, para evitar que con la absorción de la humedad la dilataren y con los periodos de clima seco la contrajeran, fenómeno que inevitablemente produce la fisura de las piezas. El mencionado Cristo yacente carece de este procedimiento y es un claro ejemplo del efecto esperado, pues está fisurado a lo largo del cuerpo.
La Sala 3 o de La Iglesia
La Sala 3 es denominada De la Iglesia por albergar a santos de interés gravitacional para la consolidación del cristianismo universal como San Pedro y San Pablo, y también de la latinoamericana como la de Santa Rosa de Lima, primera santa de nuestro continente.
A esta sala se la podría denominar también la Sala del Libro, puesto que la mayoría de los santos representados en ella portan uno.
Siguiendo el mismo recorrido de acuerdo al movimiento de las manecillas del reloj, la primera figura que el visitante puede apreciar es la de Santa Rosa de Lima de tamaño mayor al natural, de tallado sencillo y macizo, es una obra de evidente simetricidad, que si bien contrasta en su terminación con la finura o el dramatismo de las demás piezas de la sala no deja de impactar por su presencia imponente en el contexto de ella.
Una pieza que se puede considerar única es la virgen de la Asunción instalada sobre uno de los restos de las antiguas columnas del templo, desde lo alto luce majestuosa, con una disposición simétrica absoluta, lo que nos hace pensar que se trata de una obra anterior a la instalación total de la estética barroca, luce un vestido y una capa dorada a la hoja. Con las manos en posición orante descansa sobre cinco querubines que forman un conjunto a ambos lados de los cuales sobresalen los cuernos de la luna, con las alas preciosamente doradas a la hoja y posteriormente pintadas sobre la misma.
Una imagen identificada como Santa Ana, madre de la Virgen María, aparece levantando el brazo derecho con la mano en actitud de sostener algo, tal vez un cirio y con la manos izquierda exhibe un libro abierto donde se encontraba una escritura ya borrada por el tiempo, la pieza está montada sobre una estructura que insinúa tratarse de nubes.
Santo Domingo de Guzman , fundador de los dominicos, parece guardiar la entrada a la Sala Cuatro, con su característico hábito blanco, porta una banderilla dividida en cuarteles azules y blancos en la mano derecha, en el brazo izquierdo porta el edificio de un templo sobre un libro y en la frente luce una estrella símbolo de sabiduría, ya que como doctor de la iglesia tanto él como los dominicos se han caracterizado por su erudición.
Siguen en la colección dos imágenes de gran parecido, San Francisco de Asís y San Antonio de Padua, ambos visten hábitos pintados con una pigmentación verde ftalo que coincide con la pigmentación de la capa de Santo Domingo y el vestido de Santa Ana, lo que llevaría a pensar que antes que respetar la iconografía tradicional de los santos en cuanto al color de sus vestimentas, a los policromistas guaraníes les urgía más el aprovechamiento de los materiales que disponían en el momento que la ortoxia del color.
Las dos figuras restantes merecen un apartado especial, San Pablo manifiesta ya las características del más puro barroco, porta en la mano izquierda un libro con el que presiona contra su cuerpo una espada tan larga como casi toda su humanidad mientras extiende la mano izquierda en un escorzo, lo que demuestra la maestría del tallador. En esta imagen de gran dramatismo se pueden apreciar las venas de las manos, y en forma discreta la boca abierta presenta la dentadura y la lengua tallada.
Una curiosidad de esta pieza es que en su magnífico drapeado están estampados adornos en forma de rayos, lo que contradice la teoría tradicional que las ornamentaciones del barroco se componían exclusivamente de volutas y curvas, posteriormente encontraremos la mano del mismos tallador en la capilla del Niño Jesús Alcalde con la misma solución estética, y una imagen que corresponde a la misma mano (lastimosamente lijada, lo que impide apreciar su policromía) en el templo de Jesús de Tavarangue, por lo que aun cuando las piezas no van firmadas se conocen a las citadas como obras del llamado “maestro de San Pablo”.
Continuando con la misma obra se debe destacar la evolución de la talla misionera , al observar la colocación de la rodilla, pues la pieza a diferencia de las del primer periodo que se presentan estáticas, San Pablo se presenta “in tensión” es decir en actitud de movimiento, observándose sus pies perfectamente adaptadas a la base con mucho realismo.
Infaltable compañero iconográfico de San Pablo le acompaña San Pedro, que por sus volúmenes más macizos y su drapeado más estático insinúan la mano de otro maestro. Sostiene con la mano derecha la llave, símbolo del papado, al ser él mismo el primer papa, y con la mano izquierda un libro como casi todas las representaciones de la sala. Estas dos últimas estatuas ocupaban el retablo del altar mayor del antiguo templo de San Ignacio Guazu antes de ser destruido, como consta en fotografías de época.
La Sala 4 o de la Compañía de Jesús
Esta sala es denominada así porque en la misma se encuentran las imágenes de los fundadores de la Compañía de Jesús; en este punto el espectador contra cualquier advertencia del guía fija su atención al centro de la sala donde impacta por su presencia una imponente representación de San Ignacio de Loyola con sotana negra y capa. En el pecho luce el monograma de la Jesús, el cual el mismo santo apunta con su mano derecha, mientras el brazo izquierdo se extiende con la mano como sosteniendo algo que falta, lo que debería ser un libro que ha desaparecido.
A la derecha del mismo se encuentra San Francisco Javier sosteniendo una cruz en alto con la mano izquierda y señalándola con el índice de la mano derecha, vestido con sotana negra y roquete blanco y dorado, presenta las características propias del barroco por el movimiento de su drapeado y su dramatismo, esta pieza de de tamaño mayor al natural.
A la izquierda de San Ignacio se encuentra una imagen de San Estanislao de Kotska , quien viste sotana negra y roquete blanco, portando una preciosa talla del Niño Jesús en brazos, cabe el cometario que este joven santo polaco no es en realidad un fundador de la Compañía, pues apenas llegó a ingresar a ella antes de morir, pero estéticamente presenta el mismo preciosismo y detalles que se encuentran en la imagen de San Francisco Javier y San Francisco de Borja que es la siguiente pieza.
San Francisco de Borja, otro compañero de San Ignacio en la fundación de la Compañía de Jesús está representado en tamaño mayor al natural, viste un alba blanca con adornos dorados que luce una terminación de encajes tallado en madera tan finamente que una aguja podría pasar por el mismo. Sobre el alba luce una casulla barroca dorada a la hoja y por debajo asoma una estola cruzada sobre el pecho también dorada, en su puño luce el resto de lo que debió ser un manípulo, ornamento litúrgico correspondiente a la época. Su mano derecha sostiene una custodia, y su mano izquierda descansa sobre su pecho, ambas talladas con particular gracia y maestría.
La Capilla del Niño Jesús Alcalde
Un capítulo aparte merece la capilla del Niño Jesús Alcalde, al parecer obra del citado maestro de San Pablo, se trata de un Jesús adolescente vestido con una túnica sosteniendo una cruz en la mano. Recibe ese nombre pues probablemente presidía el cabildo, se dice que como recordación a los cabildantes que los políticos deberían ser inocentes como niños.
Una talla idéntica se la puede encontrar en el templo actual de la Reducción de Jesús de Tavarangué en Itapúa, pero la misma está lijada y por lo tanto sin policromía.
La representación del Niño Jesús Alcalde preside la capilla desde un retablo profusamente tallado, a cuyos costados cuelgan dos ángeles arrodillados en actitud orante. En la parte superior del retablo se encuentra una estatua de Santa Lucía con los ojos expuestos sobre una pequeña bandeja.
En la cima del retablo se encuentra una cruz de doble travesaño con las terminaciones trilobuladas, como las que se encuentran en otras reducciones y a la que ya se la denomina Cruz Misionera, es muy semejante a la cruz de Caravaca.
La capilla se encuentra en uso, es decir se realizan en ella celebraciones litúrgicas, por lo que cuenta con un sagrario, algunos bancos de época, y una pila bautismal de piedra, además de una imagen de la virgen de Loreto.
Otros puntos de interés
Saliendo al exterior del museo se pueden apreciar al final del mismo un espacio donde se puede notar la forma de elaboración del adobe del cual está construido el edificio, en un solo bloque macizo, es decir sobresale una pared en la que se advierte que la misma no fue construido por piezas separadas sin por un solo bloque de tierra sin cocer.
En el patio se abre un espacio similar a una pileta donde se puede observar el piso del antiguo templo y un reloj solar con las indicaciones de las variaciones horarias de primavera, otoño, verano e invierno.
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