Los delegados de la Ruta Jesuitica del departamento de Misiones han visitado en la fecha de hoy el museo de la ciudad de Santa Maria Misiones continuando con la tarea de capacitacion en guiado que han empezado la semana anterior con la visita al museo de San Ignacio Misones bajo la tutela del Lic Carlos Bedoya y el acompañamiento del Sr. Isabelino Martinez
La visita tuvo una duracion de 3 horas en la cual los delegados recorrieron el museo en su totalidad observando y tomando nota de todos los apectos historicos artisticos y culturales que ofrece el museo
La próxima visita esta programada para el domingo 30 del corriente mes en la cual se visitara el museo de la ciudad de Santiago misiones
Página informativa de los delegados de Ruta Jesuítica del Departamento de Misiones.
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domingo, 23 de enero de 2011
viernes, 21 de enero de 2011
San Ignacio Guazu
Hacer la Ruta Jesuítica es una experiencia única tanto por su contenido como por las emociones y sentimientos que acuden a aquel que esté dispuesto a emprenderla, partiendo desde los museos misioneros, donde se conserva la más gloriosa colección de estatuaria las Reducciones Jesuíticas de Sudamérica, hasta las imponentes Ruinas de Jesús de Tavarangue, o San Cosme y San Damián, el visitante puede recorrer 160 años de historia y a su vez ver la evolución del arte y la arquitectura en más de siglo y medio.
El curso normal de hacer la Ruta es iniciarla por San Ignacio Guazu, la primera fundación que por ello recibe el título de “prima inter paris” , la primera entre sus pares. Sin embargo aquel que se aventure a hacer la ruta en este sentido, debe ser consciente que al cruzar el puente sobre el río Tebicuary en la ciudad de Villa Florida ha ingresado, más que al departamento de Misiones, al territorio histórico de las Misiones, un territorio cuyo otro extremo se encuentra en la actual República del Uruguay y en este mapa mental se debe considerar al río Paraná como un río interno de las Misiones.
En este territorio visto como un conjunto, sin embargo las Reducciones paraguayas atesoran las muestras más significativas del arte y la cultura de esta civilización, a la que no puede etiquetarse ni de europea, ni de nativa, sino una civilización de diseño. Grandes pensadores intentaron idear ciudades ideales desde Platón a Tomás Moro, pero nadie como la Compañía de Jesús tuvo la oportunidad de materializar ese antiguo sueño de la humanidad.
El que esté dispuesto a hacer la ruta, debe despojarse de todo prejuicio, más bien prepararse para un viaje iniciático de lo que el alma humana llevada por un ideal puede llegar a construir tanto material como espiritualmente.
Para iniciar la ruta se necesita actitud, capacidad de abstraerse a los vestigios modernos que la posterioridad fue sumando y centrarse en lo que estas Reducciones fueron en su conjunto.
Así como cuando el entendido tropieza con un capitel dórico o jónico, puede deducir las medidas del resto del edificio destruido, aun cuando no lo sea con tanta exactitud, el viajero de ojo atento puede con el recorrer de las ocho Reducciones, ir reconstruyendo mentalmente la vida de estos pueblos cuatro siglos atrás.
Signos, símbolos y señales tapizan la Ruta, muchas veces desapercibidos u olvidados, pero siempre atentos como enigmas que piden ser descifrados, pocos piensan al pasear por sus plazas que en esos sitios se desarrollaron grandes procesiones, desfiles militares, conciertos, ópera. Que desde esos puntos partieron grandes ejércitos a la guerra, o que algunos de los pueblos que hoy sencillamente están allí como en la modorra de una siesta, realmente fueron fundados a miles de kilómetros de su ubicación actual.
Hacer la Ruta Jesuítica es una aventura o mejor dicho una intraaventura seductora y extraordinaria. Si a esto le sumamos las orquestas que ejecutan música de la época, los artesanos que aún siguen ejerciendo sus oficios y el escuchar a cada paso a los habitantes de la región hablando con tanta naturalidad la misma lengua de los nativos: el guaraní, la experiencia puede marcar la vida de quien se atreva a aventurarse en este viaje al pasado.
Haciendo el camino
Aún cuando la entrada al territorio histórico se lo encuentre al cruzar el río Tebicuary en la ciudad de Villa Florida, el encuentro con los primeros vestigios de patrimonio se lo encuentra en la ciudad de San Ignacio Guazú, es a partir de este punto que se empieza a experimentar la vivencia de los museos, ruinas y monumentos históricos.
A partir de este punto se iniciará la descripción de estos en el orden que experimenta el que hace la ruta:
San Ignacio Guazu
Al llegar a la ciudad de San Ignacio, su casco histórico nos da la falsa idea de distribución urbanística. Al observar el templo construido en la mitad de la plaza, al estilo de los franciscanos, se debe tener en cuenta que se trata de una construcción moderna, este espacio realmente correspondía al de la plaza mayor, por lo tanto se trataba de un espacio vacío limitado al este por el templo original y rodeado por los complejos habitacionales denominados tradicionalmente “casa de indios”.
Para quien haga la Ruta el tamaño de esta plaza es de importante observación, por sus pequeñas dimensiones, es la primera con la que el visitante entabla contacto y aún responde a los cánones renacentistas de las plazas como lugar de encuentro, una plaza de dimensiones más humanas, más reducidas, construida para relacionarse, para conversar, no como al final del viaje se podrá observar en las imponentes plazas barrocas de Jesús de Tavarangue o la de Trinidad donde ya la nueva concepción del espacio y por lo tanto de la plaza cumple una función distinta. Estas últimas son tan grandes, que por su tamaño, hoy mismo, un grupo grande de turistas no puede encontrarse fácilmente. Esto es así porque estas plazas corresponderán ya a un sitio como lugar de demostración de poder del soberano ya sean estos el rey o el mismo Dios, en último caso del la Reducción misma.
El aspecto del museo de San Ignacio es austero, pertenece a la primera etapa de la arquitectura de adobe, que aunque el primero en su tipo ya había evolucionado de los primeros templos de madera con techo de paja, se lo considera el edificio más antiguo del país que se encuentra en uso.
La distribución museística del mismo no corresponde a estilos ni épocas, mas bien responde a un concepto teológico, dividido en cuatro salas: la Sala de la Creación, La Sala del Misterio Pascual, Las Sala de la Iglesia y la Sala de la Compañía de Jesús, sin olvidar la preciosa Capilla del Niño Jesús Alcalde, además de dos salas que generalmente no están habilitadas al público donde funcionan un aula y las oficinas del Museo, sin que por ello dejen de albergar piezas dignas de formar parte de las colecciones expuestas.
La Reducción
La Reducción de San Ignacio Guazu se fundó a finales del año 1609 por los padres Marciel de Lorenzana y Francisco de San Martín juntamente con nueve caciques entre los que se destaca Arapysandu cuyo nombre significa el que escucha las voces del universo, en un Lugar llamado Itaqui (Itaky), de allí prontamente se mudó a una aldea guaraní denominada por los padres Yaguarakanigtá (probablemente jagua akã pytã o cabeza de la fiera colorada, evidente origen totémico del nombre), desde este punto sufrío una nueva mudanza al emplazamiento de la Capilla del Santo Ángel y finalmente a su lugar actual.
Ubicación urbanística del Museo Diocesano de San Ignacio Guazú
El edificio del museo formaba parte del claustro del la Reducción, funcionaba como colegio, no en el sentido de escuela sino de collegium, en el patio del claustro aún se conserva un reloj solar en funcionamiento, y al final del mismo se elevaba el templo, ya derrumbado pero del cual no se puede dejar de recordar que su cielo raso constaba de 1400 cuadros pintados de los cuales se conservan hoy solo pocas muestras en el aula, cuatro en total, pero la muestra más famosa es la de un ángel guitarrista, hoy en una colección privada argentina.
En el centro de la Reducción y como es característica de las fundaciones jesuíticas se encontraba la plaza mayor, rodeada por las casas de indios de las cuales aún se conservan varias, en las que funcionan entidades como la Casa de la Cultura, el Archivos de las Víctimas de Stronismo o la Biblioteca Municipal.
Al extremo Este se erigía el templo, adherido al claustro y en el mismo el colegio que es el edificio donde se aloja el actual Museo Diocesano. El templo fue destruido en el año 1921 aduciendo motivos de inseguridad.
La colección
Ya se ha mencionado que la colección del museo no responde a criterios estéticos, cronológicos o estilísticos, mas bien el hilo conductor del argumento es teológico por lo que se encuentra distribuido en el siguiente orden:
La Sala 1 o de La Creación
Al ingresar a la Sala de la Creación el visitante puede tener una idea de la magnitud y la calidad de las obras que encierran los museos de la Ruta Jesuítica, al principio llama la atención el techo de tacuaras prolijamente colocadas, sin embargo luego de una atenta observación se podrá ver que al igual que en todo el resto de las dependencias del edificio existen marcas en las paredes y muescas en las vigas (soleros)que testifican que el colegio contaba con un cielo raso probablemente pintado como aún se conservan restos en el colegio de la Reducción de San Cosme y San Damián.
A la presente sala se la denomina de La Creación porque a más del monograma de la Compañía de Jesús, un púlpito y un detalle del altar mayor, la sala alberga representaciones de seres angélicos.
En lo más alto de la sala puede observarse el monograma de Cristo, tallado en madera policromada, un símbolo anterior a la Compañía de Jesús pero que quedaría identificada definitivamente con la misma, se tratan de tres letras griegas: la Iota, la eta, semejante a la letra hache latina y la sigma usada al final que es igual a la letra S latina, son las tres primeras letras del nombre de Jesús en griego, posee el efectismo barroco de dar la impresión de estar escritas en letras latinas , este monograma está rodeado de un sol y bajo las letras se encuentran tres clavos que recuerdan la crucifixión.
Impresiona por su tamaño el conjunto escultórico del Arcángel Rafael, acompañado del joven Tobías, se trata de una escena del antiguo testamento. El nombre proviene del hebreo רפאל: Rafa-El, que significa ‘el Dios El ha sanado’. Al conjunto escultórico le falta la imagen de un pez que se encontraba al pie de mencionado arcángel. La pieza presenta como características propias del barroco un marcado dramatismo, un drapeado con un movimiento envolvente y gran teatralidad.
En la misma sala se encuentra una escultura del Arcángel Miguel, en tamaño menor. Aún cuando sea reiterativo es necesario advertir nuevamente que el concepto de distribución de las salas es teológico y no estilístico, por ello esta escultura que se se encuentra en la misma sala que la anteriormente citada , tiene características anteriores al barroco propiamente dicho.
Esta obra es particularmente importante porque será el primero de las decenas de interpretaciones de este arcángel que se podrá ver en la Ruta.
Para el ojo avezado sería importante comenzar a tomar nota de la evolución de su iconografía a lo largo del tiempo en las Reducciones.
Miguel es probablemente la representación más popular en la región de las Misiones (en hebreo: מיכאל Mija-El, "¿Quién como Dios?" en árabe: ميخائيل Mījā'īl; en griego: Μιχαήλ Mijaíl; en latín: Michael); es el Jefe de los Ejércitos de Dios en las religiones judía, islámica y cristiana.
Se debe destacar que en esta representación la figura que ocupa el lugar del diablo es una mezcla de figura antropozoomórfica, mitad humana, mitad pez. La mitad humana presenta caracteres femeninos, vientre abultado y senos. Algunos autores suelen asociar este hecho, a una supuesta visión femenina del demonio en el mundo guaraní, en este punto se debe tener que la concepción del demonio para este pueblo no necesariamente debía corresponder a la cristiana.
Las paredes de la Sala se encuentran cubiertas por pequeñas tallas de querubines y cabezas de niños, la poca dimensión de las mismas puede ser engañosa puesto que en el orden de jerarquía de los seres angélicos estos entes son más elevados que los arcángeles, por eso mismo necesitan menos materia para ser representados.
Dos piezas más marcan su presencia en esta sala, un detalle del retablo del altar mayor con dibujos fitomórficos y un enorme púlpito , este último de gran finura pero que por los rastros que presenta, pese a estar policromado nunca fue totalmente tallado, ya que presenta áreas lizas que evidencian su falta de terminación.
La Sala 2 o Del Misterio Pascual
Al trasladarse a la Sala 2, el que hace la ruta puede experimentar la sensación de ser trasladado a otra época que produce el grosor de las paredes de adobe, la misma en algunos lugares puede llegar a exceder un metro de ancho. Esta sala recibe el nombre de Sala del Misterio Pascual. En ella se encuentran representaciones propias de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Ingresando a la misma y en el sentido del movimiento de las agujas de un reloj, se observa un sagrario de mediano tamaño con la puerta dorada a la hoja y profusamente tallada con ese estilo recargado tan propio de la época, que entre sus muchos detalles se destaca el monograma de Cristo formado por querubines en distintas posiciones, sobre la que se eleva una pequeña imagen del niño Jesús Alcalde, que pasa casi desapercibida entre la cantidad de detalles que lo adornan,
Sobre el mismo se encuentra colocada nuevamente la imagen del Arcángel Miguel, este uno de los más pequeños de los que obran en los museos, el mismo se caracteriza por la inocencia y la dulzura de la factura, con casco como pieza separada y una banda de tela engomada , la que en el del San Miguel de la primera sala es de madera. La talla, a la cual le falta el brazo izquierdo, aún no presenta los ostentosos drapeados del barroco y tampoco conserva al demonio bajo sus pies.
En la pared contigua se observa una doble estructura construida con lo que debieron ser detalles de altares, columnas que imitan capiteles corintios dorados a la hoja, en la parte superior se vuelve a encontrar un Arcángel Miguel, siempre sin las características propias del barroco, tal vez la falta del dramatismo exagerado de este estilo mas que nada inspira paz. Levanta el brazo derecho como blandiendo una espada y el izquierdo en posición de sostener un escudo, ya inexistente. En la misma estructura y bajo el mencionado arcángel se encuentra una talla de un Cristo flagelado, cubierto de laceraciones, podría pertenecer a la tipología de los llamados Cristos de la Columna, como en los demás Cristos lacerados de las Reducciones es llamativa la paz que trasmite el rostro a diferencia de los rictus de dolor que suelen presentar este tipo de imágenes en tallas otras regiones.
Continuando en la misma dirección se encuentra una talla de un Cristo que a primera vista parece en una extraña posición, pero en un instante el visitante descubre que es un Cristo con la cruz a cuestas pero al que le falta la misma, manteniendo un rostro en una total calma, pese al esfuerzo que realiza.
Al otro lado de la puerta que divide la presente sala de la próxima, montado sobre uno de los restos de una de las antiguas columnas del templo de las que hay varias en el museo y que aún conservan su imitación de capitel dórico sin policromar, se eleva un Cristo Resucitado, de talla sencilla pero expresiva, que originalmente se encontraba en el centro mismo de la sala pero que fue trasladada a un lugar más seguro, pues eventuales avalanchas de visitantes estuvieron a punto de hacerle perder el equilibrio y fue colocado finalmente en una esquina de la sala en la que parece observar desde lo alto a la una imagen de la virgen María que se destaca por su candidez en trazos y policromía sencilla y calma. Evoca en su conjunto la escena del encuentro del Cristo resucitado con su madre, quien la recibe con los brazos abiertos.
La pared lateral está ocupada por dos obras de dispar factura, un Cristo crucificado de fina talla y trazos académicos, a su derecha un pequeño ángel de factura más popular que no guarda cánones académicos, evidentemente de otro autor, el mismo sostiene una copa en las manos, por la posición que ocupa parece estar recogiendo la sangre que brota del costado de Cristo, lo que casi lo convertiría en un portador del grial.
Al pie de los mismos, que penden de la pared, se encuentra un sillón tallado en madera y con el asiento y el respaldo de cuero con los posa brazos tallado con querubines, que bien pudo pertenecer al templo o al cabildo.
Sigue en la colección de la sala la ya nombrada imagen de la virgen María, con los brazos abiertos vestida de blanco que recuerda las imágenes utilizadas para las procesiones que en pascua se realizan y se denominan popularmente Tupãsy Ñuguaĩtĩ, o el encuentro con la Virgen.
La última de las piezas de la sala se encuentra en su mismo centro, un Cristo yacente con los pies perforados por los clavos, una de las pocas obras de los museos que no se encuentran ahuecadas, es decir que fue hecha de madera maciza aunque como todas de piezas ensambladas. Se debe recordar que era práctica común ahuecar los bloques de madera que se convertirían en estatuas, para evitar que con la absorción de la humedad la dilataren y con los periodos de clima seco la contrajeran, fenómeno que inevitablemente produce la fisura de las piezas. El mencionado Cristo yacente carece de este procedimiento y es un claro ejemplo del efecto esperado, pues está fisurado a lo largo del cuerpo.
La Sala 3 o de La Iglesia
La Sala 3 es denominada De la Iglesia por albergar a santos de interés gravitacional para la consolidación del cristianismo universal como San Pedro y San Pablo, y también de la latinoamericana como la de Santa Rosa de Lima, primera santa de nuestro continente.
A esta sala se la podría denominar también la Sala del Libro, puesto que la mayoría de los santos representados en ella portan uno.
Siguiendo el mismo recorrido de acuerdo al movimiento de las manecillas del reloj, la primera figura que el visitante puede apreciar es la de Santa Rosa de Lima de tamaño mayor al natural, de tallado sencillo y macizo, es una obra de evidente simetricidad, que si bien contrasta en su terminación con la finura o el dramatismo de las demás piezas de la sala no deja de impactar por su presencia imponente en el contexto de ella.
Una pieza que se puede considerar única es la virgen de la Asunción instalada sobre uno de los restos de las antiguas columnas del templo, desde lo alto luce majestuosa, con una disposición simétrica absoluta, lo que nos hace pensar que se trata de una obra anterior a la instalación total de la estética barroca, luce un vestido y una capa dorada a la hoja. Con las manos en posición orante descansa sobre cinco querubines que forman un conjunto a ambos lados de los cuales sobresalen los cuernos de la luna, con las alas preciosamente doradas a la hoja y posteriormente pintadas sobre la misma.
Una imagen identificada como Santa Ana, madre de la Virgen María, aparece levantando el brazo derecho con la mano en actitud de sostener algo, tal vez un cirio y con la manos izquierda exhibe un libro abierto donde se encontraba una escritura ya borrada por el tiempo, la pieza está montada sobre una estructura que insinúa tratarse de nubes.
Santo Domingo de Guzman , fundador de los dominicos, parece guardiar la entrada a la Sala Cuatro, con su característico hábito blanco, porta una banderilla dividida en cuarteles azules y blancos en la mano derecha, en el brazo izquierdo porta el edificio de un templo sobre un libro y en la frente luce una estrella símbolo de sabiduría, ya que como doctor de la iglesia tanto él como los dominicos se han caracterizado por su erudición.
Siguen en la colección dos imágenes de gran parecido, San Francisco de Asís y San Antonio de Padua, ambos visten hábitos pintados con una pigmentación verde ftalo que coincide con la pigmentación de la capa de Santo Domingo y el vestido de Santa Ana, lo que llevaría a pensar que antes que respetar la iconografía tradicional de los santos en cuanto al color de sus vestimentas, a los policromistas guaraníes les urgía más el aprovechamiento de los materiales que disponían en el momento que la ortoxia del color.
Las dos figuras restantes merecen un apartado especial, San Pablo manifiesta ya las características del más puro barroco, porta en la mano izquierda un libro con el que presiona contra su cuerpo una espada tan larga como casi toda su humanidad mientras extiende la mano izquierda en un escorzo, lo que demuestra la maestría del tallador. En esta imagen de gran dramatismo se pueden apreciar las venas de las manos, y en forma discreta la boca abierta presenta la dentadura y la lengua tallada.
Una curiosidad de esta pieza es que en su magnífico drapeado están estampados adornos en forma de rayos, lo que contradice la teoría tradicional que las ornamentaciones del barroco se componían exclusivamente de volutas y curvas, posteriormente encontraremos la mano del mismos tallador en la capilla del Niño Jesús Alcalde con la misma solución estética, y una imagen que corresponde a la misma mano (lastimosamente lijada, lo que impide apreciar su policromía) en el templo de Jesús de Tavarangue, por lo que aun cuando las piezas no van firmadas se conocen a las citadas como obras del llamado “maestro de San Pablo”.
Continuando con la misma obra se debe destacar la evolución de la talla misionera , al observar la colocación de la rodilla, pues la pieza a diferencia de las del primer periodo que se presentan estáticas, San Pablo se presenta “in tensión” es decir en actitud de movimiento, observándose sus pies perfectamente adaptadas a la base con mucho realismo.
Infaltable compañero iconográfico de San Pablo le acompaña San Pedro, que por sus volúmenes más macizos y su drapeado más estático insinúan la mano de otro maestro. Sostiene con la mano derecha la llave, símbolo del papado, al ser él mismo el primer papa, y con la mano izquierda un libro como casi todas las representaciones de la sala. Estas dos últimas estatuas ocupaban el retablo del altar mayor del antiguo templo de San Ignacio Guazu antes de ser destruido, como consta en fotografías de época.
La Sala 4 o de la Compañía de Jesús
Esta sala es denominada así porque en la misma se encuentran las imágenes de los fundadores de la Compañía de Jesús; en este punto el espectador contra cualquier advertencia del guía fija su atención al centro de la sala donde impacta por su presencia una imponente representación de San Ignacio de Loyola con sotana negra y capa. En el pecho luce el monograma de la Jesús, el cual el mismo santo apunta con su mano derecha, mientras el brazo izquierdo se extiende con la mano como sosteniendo algo que falta, lo que debería ser un libro que ha desaparecido.
A la derecha del mismo se encuentra San Francisco Javier sosteniendo una cruz en alto con la mano izquierda y señalándola con el índice de la mano derecha, vestido con sotana negra y roquete blanco y dorado, presenta las características propias del barroco por el movimiento de su drapeado y su dramatismo, esta pieza de de tamaño mayor al natural.
A la izquierda de San Ignacio se encuentra una imagen de San Estanislao de Kotska , quien viste sotana negra y roquete blanco, portando una preciosa talla del Niño Jesús en brazos, cabe el cometario que este joven santo polaco no es en realidad un fundador de la Compañía, pues apenas llegó a ingresar a ella antes de morir, pero estéticamente presenta el mismo preciosismo y detalles que se encuentran en la imagen de San Francisco Javier y San Francisco de Borja que es la siguiente pieza.
San Francisco de Borja, otro compañero de San Ignacio en la fundación de la Compañía de Jesús está representado en tamaño mayor al natural, viste un alba blanca con adornos dorados que luce una terminación de encajes tallado en madera tan finamente que una aguja podría pasar por el mismo. Sobre el alba luce una casulla barroca dorada a la hoja y por debajo asoma una estola cruzada sobre el pecho también dorada, en su puño luce el resto de lo que debió ser un manípulo, ornamento litúrgico correspondiente a la época. Su mano derecha sostiene una custodia, y su mano izquierda descansa sobre su pecho, ambas talladas con particular gracia y maestría.
La Capilla del Niño Jesús Alcalde
Un capítulo aparte merece la capilla del Niño Jesús Alcalde, al parecer obra del citado maestro de San Pablo, se trata de un Jesús adolescente vestido con una túnica sosteniendo una cruz en la mano. Recibe ese nombre pues probablemente presidía el cabildo, se dice que como recordación a los cabildantes que los políticos deberían ser inocentes como niños.
Una talla idéntica se la puede encontrar en el templo actual de la Reducción de Jesús de Tavarangué en Itapúa, pero la misma está lijada y por lo tanto sin policromía.
La representación del Niño Jesús Alcalde preside la capilla desde un retablo profusamente tallado, a cuyos costados cuelgan dos ángeles arrodillados en actitud orante. En la parte superior del retablo se encuentra una estatua de Santa Lucía con los ojos expuestos sobre una pequeña bandeja.
En la cima del retablo se encuentra una cruz de doble travesaño con las terminaciones trilobuladas, como las que se encuentran en otras reducciones y a la que ya se la denomina Cruz Misionera, es muy semejante a la cruz de Caravaca.
La capilla se encuentra en uso, es decir se realizan en ella celebraciones litúrgicas, por lo que cuenta con un sagrario, algunos bancos de época, y una pila bautismal de piedra, además de una imagen de la virgen de Loreto.
Otros puntos de interés
Saliendo al exterior del museo se pueden apreciar al final del mismo un espacio donde se puede notar la forma de elaboración del adobe del cual está construido el edificio, en un solo bloque macizo, es decir sobresale una pared en la que se advierte que la misma no fue construido por piezas separadas sin por un solo bloque de tierra sin cocer.
En el patio se abre un espacio similar a una pileta donde se puede observar el piso del antiguo templo y un reloj solar con las indicaciones de las variaciones horarias de primavera, otoño, verano e invierno.
domingo, 16 de enero de 2011
Los museos misioneros
Los Museos Diocesanos del departamento de Misiones reunen la mayor muestra de la estatuaria de las Misiones Jesuíticas, con muestras del periodo anterior del barroco hasta su más alto desarrollo.
Estos museos están ubicados en las ciudades de San Igancio Guazu, Santa María de Fe, Santa Rosa de Lima y Santiago.
Sus colecciones constituyen una verdadera delicia para quienes se quienes lo visiten. Para quienes aún no han tenido la oportunidad de visitarlos valga la invitación para que emprendan el camino.
SENTÍ LA RUTA JESUITICA.
Estos museos están ubicados en las ciudades de San Igancio Guazu, Santa María de Fe, Santa Rosa de Lima y Santiago.
Sus colecciones constituyen una verdadera delicia para quienes se quienes lo visiten. Para quienes aún no han tenido la oportunidad de visitarlos valga la invitación para que emprendan el camino.
SENTÍ LA RUTA JESUITICA.
Capacitación para delegados de la Ruta Jesuítica de Misiones
Los delegados de la Ruta Jesuítica del Departamento de Misiones han iniciado sus actividades con un curso de guiado por los cuatro museos jesuíticos del departamento. La visita estará compuesta de varias faces dedicando una jornada a cada museo.
En esta fecha se ha visitado el Museo Diocesano de San Ignacio Guazu bajo la dirección del Lic. Carlos Bedoya, catedrático de historia de la Universidad Católica y Clemente Villalba guía del museo, del cual hay que acotar que posee vastos conocimientos de historia de las iglesias y un buen manejo del griego y el latín, quien de hecho es uno de los instructores del taller introductorio del alumnos de Derecho en el Club de lenguas Antiguas de la Universidad Católica.
La visita tuvo una duración de tres horas y en una reunión previa los delegados se propusieron como objetivo lograr construir un guiado con ciertos parámetros entre los que se encuentra la excelencia.
La próxima visita está marcada para el domingo 23, de Enero en esta ocasión se realizará la misma experiencia en el museo de Santa María de Fe.
Se han programado además cursos de Historia General de las Misiones, Historia del Arte e Historia del Arte Misionero.
viernes, 14 de enero de 2011
Se han creado cuatro nuevas delegaturas de la Ruta Jesuítica en Misiones
La Cámara Paraguaya de Turismo de las Misiones Jesuíticas ha nombrado cuatro delegados a fin de colaborar con un mejor funcionamiento de la misma, luego de una ardua selección de cnadidatos fueron nombrados lo siguientes delegados para los pueblos:
San Ignacio Guazú: Abog. Cintia Peloso
Santa María de Fe: Abarham Burgos
Santa Rosa : Carlos Bordón
Santiago: Oscar Maciel
El día de hoy luego de un arduo trabajo en equipo con los conssultores de MCS, con quienes realizaron una jornada en el Hotel Papillón de Bella Vista y en presencia del presidente de la Cámara el Sr. Christian Vömel y la Gerente Olga Fisher fueron aceptados en sus cargos.
La presencia de estos delegados facilitará el cumplimiento de los objetivos de la Cámara y logrará un mayor acercamiento a las distintas comunidades.
San Ignacio Guazú: Abog. Cintia Peloso
Santa María de Fe: Abarham Burgos
Santa Rosa : Carlos Bordón
Santiago: Oscar Maciel
El día de hoy luego de un arduo trabajo en equipo con los conssultores de MCS, con quienes realizaron una jornada en el Hotel Papillón de Bella Vista y en presencia del presidente de la Cámara el Sr. Christian Vömel y la Gerente Olga Fisher fueron aceptados en sus cargos.
La presencia de estos delegados facilitará el cumplimiento de los objetivos de la Cámara y logrará un mayor acercamiento a las distintas comunidades.
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